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07 de julio de 2020

La nueva colección incluye dibujos originales, de algunos de los más relevantes autores de historieta e ilustración chilena, que datan desde la década del 1930 hasta nuestros días. La colección también incopora obras de creadores contemporáneos, entre otros documentos.

El Archivo de Láminas y Estampas de la Biblioteca Nacional de Chile resguarda una de las colecciones públicas de originales de historieta e ilustración más importantes del país.

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Los nuevos documentos constituyen cerca del 70% de esta colección, que reúne obras de dibujantes nacionales como Coré, Pepo, Themo Lobos, Vicar, Lugoze, Jorge Christie, Lukas, Lautaro Alvial, Nato, Elena Poirier, Yola Huneeus, entre otros, además de obras de autores contemporáneos como Ismael Hernández, Ricardo Fuentealba y Paloma Valdivia, así como de autores extranjeros que vivieron en Chile como Víctor de la Fuente y Oski.

Gracias a esta nueva colección, se puede recorrer la historia de la ilustración y la historieta chilena desde la década del 1930 hasta nuestros días. Hitos fundamentales de la actividad editorial en este ámbito aparecen dentro de la colección, como El Peneca, Topaze, Mampato, Pocas Pecas y Trauko, la Editorial Rapa-Nui y revistas de historietas de la editorial Zig-Zag. De estas se pueden encontrar no solamente dibujos, sino también fotografías, portadas, afiches y maquetas.

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Debido a que en muchos casos se trata de dibujos originales o material de trabajo, los documentos a veces contienen marcas y textos que entregan información sobre su autor y su forma de trabajo. Así, por ejemplo, se puede encontrar anotaciones como la frase "Póngale pino, fotógafo", de Coré para el encargado de reproducir una de sus obras; o indicaciones escritas a mano por la dibujante Hedi Krasa para una portada de la editorial Rapa-Nui. Asimismo, maquetas de diseño de la revista Trauko que permiten ver la manera en que confeccionaban las publicaciones en los años 80.

El trabajo con la Colección

La Colección está compuesta por 317 registros y 1500 páginas que fueron digitalizadas durante 2019, a partir de material que ingresó a la Biblioteca Nacional de Chile como donación de los autores y también como adquisiciones realizadas por la Biblioteca Nacional de Chile.

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Previo a su catalogación, los dibujos y las ilustraciones debieron ser investigados para conocer su contexto de creación y publicación, con especial atención en si se trataba de piezas inéditas o previamente publicadas. Esto fue particularmente desafiante para los cerca de 90 dibujos de Coré, para los cuales fue necesario rastrear entre todas las revistas El Peneca de la década del 1930. Esta labor tomó cerca de 3 meses.

En el caso de la editorial Rapa Nui -el primer sello chileno dedicado a los niños, creado en 1946- la investigación buscó identificar a los autores de las portadas de cada libro. Esto permitió descubrir algunas obras inéditas o rechazadas, así como otras que quedaron en fase de maqueta.

Si bien existían dentro de las colecciones de la Biblioteca Nacional originales de similares características en otras colecciones, estos habían sido trabajados hasta el momento como manuscritos, para efectos de su descripción. En atención de las particularidades antes mencionadas y con el objeto de entregar información rica y consistente para la recuperación de los registros, el Archivo de Láminas y Estampas trabajó en conjunto con el Departamento de Procesos Técnicos y Sección Catalogación de la Biblioteca Nacional para crear una plantilla que permitiera dar cuenta de las especificidades de cada dibujo. En total, la catalogación de la colección que actualmente está en línea demoró seis meses.

A diferencia de lo que ocurre con libros y revistas, la digitalización de imágenes requirió que se atendiera las características particulares de cada objeto. En general, se trataba de hojas sueltas, planas, con dibujos a color o a veces en papel grafito. Su materialidad podía variar entre papel mantequilla o diamante, papel grueso o incluso cartón. Sus dimensiones podían ser tan pequeñas como de 10 centímetros de largo o más grandes que doble carta. Por todo esto, su organización requirió especial atención del equipo de digitalizadores, quienes debieron alternar el uso de distintas máquinas (Suprascan y Copibook) a fin de obtener un resultado que reflejara de mejor forma el documento original.

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