Este bendito yo por Thomas Harris

Abrazar ese maldito yo

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Thomas Harris

Thomas Harris, poeta y jefe del Archivo de Referencias Críticas de la Biblioteca Nacional, nos hace llegar su primera columna semanal. Desde hoy, cada viernes cerraremos la semana laboral con una mirada distinta de los acontecimientos que nos rodean, una mirada desde una reivindicación del sujeto.

31/07/2015

Fuente: Biblioteca Nacional

Cuando me invade el bajón, la caída, la náusea, siempre, invariablemente, como si fuera una aspirina o una copa de vino rojo, en una copa de cristal opaco, acudo a Cioran: leo: " lo verdaderamente extraordinario es que cada vez que he acabado de escribir, siento deseos de silbar." Cioran dice no creer en la literatura, sino en los libros que expresan el estado de ánimo del que los escribe. Menos estética, menos de esa bella, pero engañosa idea de belleza en cada poema, crónica, cuento, o lo que sea que escribas. Y veo en Cioran a un hermano mayor en esto del bajón, del desgarro, que es por lo único que verdaderamente uno se dedica a este extraño acto de escribir. Finalmente uno lo hace por la necesidad profunda de liberarse de algo. ¿De qué te quieres liberar ahora? Depende de eso, lo que escribas y cómo lo hagas. Por ejemplo, dice Cioran en lugar de abofetear a alguien escribo algo violento. Esa es la pasión de la escritura. "Mis libros son frases, concluye, escritas para mí o contra alguien, para no actuar. ¿Para qué actuar si tienes la literatura, esa 'terapéutica fragmentaria', como Montaigne dijo que él mismo era la materia de su obra". ¿Para qué ser tan púdico y no reconocer finalmente, y seguir disfrazando que la literatura que vale algo es profundamente personal? Hasta la poesía concreta es personal. Hablemos ya sin vergüenza de nuestras catástrofes personales. ¿Cuál es la tuya ahora? ¿El insomnio, el alcoholismo, el desamor, el Otro, el "infierno tan temido", que sabemos llegará tarde o temprano, como en el cuento de Onetti? Y no se trata de mirarse hasta que la faz se borronee en el aparentemente límpido espejo o fuente de Narciso. Por eso me gusta el género -si lo es y yo creo que sí- literario, medio ficcional, medio confesional, de la entrevista. Siguiendo con Cioran, él se despoja de sus menos es más retóricos, que finalmente lo llevan a filosofar en aforismos, más transparentes que los de Nietzsche, o aparentemente, donde destila su amargura, su nihilismo, su desapego del Yo: en las entrevistas Cioran se acerca más a "Ese maldito yo", le abre los brazos, le da la palabra, le hace narrar (se). Por ejemplo, y tal vez el más preciso es cuando habla de su insomnio. Todos los insomnes -mi caso es el insomnio de conciliación- sabemos que hay, y no exagero, uno de los tantos infiernos que nos tienen predestinados los Hados contemporáneos, los Hados modernos o posmodernos: "Estudié filosofía, hice una tesis sobre Bergson, pero dejé de creer en la filosofía a raíz de una catástrofe personal de la que hablo en mis escritos: la pérdida del sueño. Así, a los veinte años, abandoné la filosofía, porque no me servía para nada." La pérdida del sueño conduce a Cioran a la pérdida de la filosofía y lo lleva también a una escritura delirante de la cual casi ya no se siente responsable. Dormir dos o tres horas daña la mente, sin duda, y te lleva a caminar, a callejear por la ciudad, medio perdido o liberado al azar objetivo, mientras los otros duermen el sueño de los justos. Y no siempre te encontrarás con una Nadja, como Bretón, a la vuelta de una esquina. Lo cual es mejor, menos peligroso. La madre del joven Cioran lloraba ante esta catástrofe personal. Y Cioran exclama: "No puedo más", a lo que su madre le responde, recuerda Cioran, con una frase impresionante, considerando, agrega, que era la esposa de un sacerdote: "Si lo hubiera sabido, habría abortado". "Eso me conmocionó, -agrega Cioran-, pero me sentó muy bien". Catástrofe y catarsis destiladas, en estado puro. Es lo que creo quiero escribir ahora, o sobre todo, quiero leer ahora. Del porqué de los escritos -como agrega más adelante Cioran en la misma entrevista- , mostrando su faceta más mezquina, el origen accidental, ese que te acerca más a Ese maldito Yo. Dale, escribe de eso en primera persona y dale al Yo, porque sólo así llegarás al tú, ese tú que tanto anhelas, y que te espera en cada recodo de cada frase, palabra u oración. Una de las funciones de la literatura: reconciliar el sueño y los sueños.

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Materias: Literatura
Palabras clave: Thomas Harris - Columna
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