Ícaro y Dédalo
La escultura instalada frente al Museo Nacional de Bellas Artes el año 1930, es una réplica de Ícaro y Dédalo, obra ejecutada por Rebeca Matte (1875-1929) como Monumento a la Aviación que el gobierno de Chile donó a su homónimo de Brasil en 1922, para la Plaza Mauá de Río de Janeiro. Pedro Iñiguez, esposo de la artista, financió y encargó el trabajo al maestro francés Vignali, quién reprodujo con detalles la escultura original en bronce patinado. La obra se refiere a uno de los más emblemáticos mitos de la Grecia Clásica: Dédalo, ingeniero, artista y arquitecto, constructor del laberinto de Creta había traicionado al Rey Minos al hacer la fortaleza vulnerable y permitiendo así la muerte de su hijo Minotauro, a manos de Teseo. Por ello, el Rey Minos mandó a encerrar a Dédalo junto a su hijo Ícaro. Padre e hijo en cautiverio se dedicaron a coleccionar plumas de ave con las que construyeron alas para escapar del lugar. Las ataron con hilos de lino, colocando cera debajo de ellas para que quedaran adheridas a sus brazos. Dédalo recomendó a su hijo no volar demasiado cerca de las aguas, ni elevarse demasiado alto para evitar que la cera de sus alas se derritiera con el sol. Sin embargo, el placer y la sensación de libertad fueron tales que Ícaro no escuchó a su padre, alcanzó mucha altura hasta que los rayos del sol desprendieron sus alas y no pudo controlar la violenta caída de su cuerpo que se estrelló contra el mar. En la escultura de Rebeca Matte, vemos el momento del encuentro entre Dédalo y su agónico hijo Ícaro, tendido sobre las rocas.







