Museo de Antofagasta
CONCURSO: PONLE NOMBRE A LA CHANGUITA
Lee la historia de la Changuita, investiga y mándanos tu propuesta. Ella invita con estas palabras: "Denme un nombre, pues el mío se lo llevó el tiempo y el olvido de mi pueblo. Quiero cobrar vida en ése nombre, que será de ustedes y mío y así sentirlos más cerca; porque yo nací en el litoral, no muy lejos de ustedes".
28/07/2008
Fuente: Subdirección Nacional de Museos
BASES: Concurso [!c:"Conéctate con nuestra memoria"] 1. Lee atentamente la historia de la Changuita y observa su imagen 2. Visita el Museo e investiga más sobre la vida y costumbres de los changos 3. Según lo investigado busca un nombre apropiado a la identidad cultural de la changuita 4. Envía tu propuesta al correo electrónico changuitadelmuseo@hotmail.com 5. Gana interesantes premios Hola mis amigas, hola mis amigos, nací hace muchos años en una linda playa de un lugar al norte de Taltal llamado Paposo y crecí entre roqueríos, algas y lobos marinos. De niña veía a mi padre recolectando moluscos y a veces perdiéndose en el oleaje en busca de los alimentos que el mar le ofrecía, arriesgando muchas veces su vida y dejando a mi familia por varias horas con gran soledad esperando su regreso. Viví junto a otras familias cobijadas entre el mar y los cerros llenos de verdor, visitados todas las mañanas por un manto de blancas nubes llamadas camanchacas. Ellas besaban nuestras rústicas chozas cubiertas con pieles de lobo y luego subían por las quebradas cercanas, dando vida a bellas flores y hermosos animales, algunos de ellos juguetones visitantes nocturnos, mis recordados zorritos. Llegamos a formar un pueblo en donde las familias iban de una caleta a otra, caminando juntos hermanos, tíos y mi madre, por largas horas para buscar mejores sitios de pesca o recolección. De vez en cuando divisábamos balsas de cuero de lobo navegando con sus cazadores, prestos a capturar una albacora o especie parecida. A pesar de vivir entre generosas vertientes taltalinas, en una travesía llegamos tan lejos como a una aguada llamada Morro Moreno. Conocíamos otros lugares y amigos pero siempre regresábamos a nuestro permanente hogar de Paposo. Algunos mayores de gran sabiduría y respeto, pintaban rojos mensajes en las rocas que evocaban a nuestros dioses, deseos y mundo espiritual, mensajes que muchos años después fueron llamados pinturas rupestres. Ceremonias, alegría, danzas, gritos y lenguaje se perdieron en la inmensidad de ése mundo que era mío y que hoy no está, pero que quedaron aprisionados en la eternidad de la Quebrada del Médano. Un día llegaron desde lejos grandes naves con extraños personajes, más vestidos y usando brillantes objetos; desde ése día y por siempre nos llamaron Changos. Mis padres cambiaron de oficio y varios amigos se marcharon. El pueblo se fue quedando vacío y luego de varios años yo también me marché por siempre. El tiempo borró mi nombre, pero no me borró de la Historia, ésa bendita memoria que es también de ustedes y que les invito a conocer para que me encuentren y conozcan mi familia, mis costumbres y relatos. Viajé desde las páginas de un libro al Museo de Antofagasta, en donde he podido verlos a todos y ustedes a mí, sólo que no nos podemos comunicar sino a través de un viaje imaginario hacia los tiempos de mi vida. Los invito al museo a conversar conmigo y así sabrán de donde vengo y yo saber quienes son ustedes. Les pido una sola ayuda, denme un nombre, pues el mío se lo llevó el tiempo y el olvido de mi pueblo. Quiero cobrar vida en ése nombre, que será de ustedes y mío y así sentirlos más cerca; porque yo nací en el litoral, no muy lejos de ustedes. Sentiremos que el tiempo nos separó, pero la vida junto al mar y la memoria colectiva nos unió. Les espera, la changuita del Museo.







