Durante los primeros años del siglo XX, los medios de comunicación chilenos experimentaron cambios en sus discursos, tecnologías y organización empresarial.
Hasta fines del siglo XIX, los medios de comunicación escrita se centraban en la discusión política e ideológica y tenían un carácter doctrinario (Santa Cruz 1988, 22-31). Esto cambió a principios del siglo XX, cuando la información noticiosa comenzó a ocupar cada vez más espacio y la actividad periodística empezó a estar ligada a «las exigencias de un mercado informativo en creciente desarrollo», cuyo objetivo principal era «la ampliación del círculo de lectores y la captura de publicidad» (Ossandón y Santa Cruz 2005, 131).
Este proceso comenzó con la publicación de El Mercurio en 1900 y El Diario Ilustrado en 1902, modelos de la prensa liberal moderna que conjugaron la renovación de las formas periodísticas con la innovación tecnológica (Ossandón y Santa Cruz 2005). Gracias al aumento de consumidores de noticias y la diversificación del debate público, estos y otros medios se transformaron en los productores del discurso informativo que representaba el proyecto modernizador de la oligarquía chilena de la época (Ossandón y Santa Cruz 2001, 32).
Con el objetivo de parecer neutros e imparciales, los medios de comunicación debieron presentar la información «en forma breve, precisa y escueta, sin adjetivos ni opiniones» (Ossandón y Santa Cruz 2001, 33). El periodista ―encargado de convertir los hechos en noticias― se fue posicionando como un actor central, y sus crónicas empezaron a ser consideradas testimonios fehacientes y objetivos de lo que sucedía.
Para entonces, la prensa ya había incorporado fotografías de la elite y sus actividades de esparcimiento. Pero los periódicos pronto se dieron cuenta de su valor documental y comenzaron a publicar imágenes de hechos relevantes a nivel internacional, como la Primera Guerra Mundial, y de terremotos, delitos y sucesos políticos en el plano nacional.
Con ello, los retratos de las clases acomodadas fueron reemplazados por imágenes que servían para confirmar el carácter verídico y objetivo de la crónica periodística, y la fotografía dejó de ser un mero acompañamiento para transformarse en un elemento central de la información noticiosa (Ossandón y Santa Cruz 2005, 171-175).
El Diario Ilustrado lideró la innovación al introducir el sistema de fotograbado y la cobertura fotográfica de los hechos, algo que El Mercurio no tardó en imitar (Ossandón y Santa Cruz 2005, 141-143). Asimismo, las revistas de fotoperiodismo, como Zig-Zag y Sucesos, utilizaron la imagen como documento gráfico de la crónica política. En sus páginas, las fotografías se desplegaron autónomamente como elemento informativo y ya no en función de ilustrar un texto, como sucedía en los periódicos.
Gracias al poder de la imagen para amplificar el valor testimonial de la información escrita (Marinello 2000, 127-128), estas revistas se transformaron en una fuente privilegiada para divulgar el discurso con que las clases dominantes buscaban hacer frente a la cuestión social. Prueba de ello es la cobertura que hicieron de la gira que Arturo Alessandri Palma realizó por el norte de Chile en 1920.
Gira presidencial de Arturo Alessandri, 1920
Ciento dos fotografías de la gira que realizó Arturo Alessandri por el norte de Chile en 1920 conserva el Museo Regional de Atacama.
El papel de la prensa liberal moderna en la construcción del discurso de Arturo Alessandri
La cobertura que hicieron los medios de comunicación de los actos de apoyo a Alessandri sirvió para posicionar la retórica populista del mandatario.
Arturo Alessandri participó en celebraciones con militares, políticos, empresarios, profesionales y simpatizantes de la Alianza Liberal en varias ciudades del norte.
Durante la gira de 1920, Alessandri visitó minas y oficinas salitreras donde compartió con obreros, federaciones y empresarios.
Actos multitudinarios y recibimientos masivos marcaron la gira de Arturo Alessandri por el norte de Chile.