TEXTO SOBRE OBRA FAMILY LIFE DE BEATRIZ LEYTON
DOMUS PROVISIONAL Elena Oliveras Un brillo aurático ilusorio, una luminosidad artificiosa creada por el material -alfiler de color- quizás sea el aspecto que más sorprenda en el primer contacto perceptivo con la nocturnal instalación Family Life de Beatriz Leyton. El soporte elegido es el paño lenci negro, que será atravesado por alfileres con cabezas sobresalientes de colores variados: rojo, amarillo, verde, azul, naranja, rosado, blanco, morado. Esas pequeñísimas cabezas son puntos que brillan en el espacio y configuran interiores de una casa -¿o de un hogar?- en visión perspectivista. Si bien los puntos son contiguos, dan la ilusión de líneas continuas. El hecho físico no coincide entonces con el efecto perceptivo. Lo que vemos no es siempre lo que es. Y esta discrepancia se vuelve significativa al entrar en relación con el carácter ilusorio del hogar insinuado. Como lo hizo en la muestra Ritos ( Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago de Chile, 2001), centrada en la búsqueda de la identidad femenina a través del matrimonio, nuevamente Leyton habla del universo íntimo, esta vez, tanto femenino como masculino. Apunta al habitar humano, aunque la omnipresencia del alfiler remita al mundo de la confección, tradicionalmente ligado a labores de la mujer. Pero más allá de cuestiones de genero, la utilidad del alfiler para juntar telas y ensayar un diseño antes de pasar a la costura propiamente dicha, puede ser interpretado en términos metafóricos más generales. Nos da la imagen de un aspecto que, como veremos luego, resulta principal en Family Life: la provisionalidad del hogar. La sensualidad de la tela (rasos y tules) que exhibía Ritos de algún modo continúa en la suave textura del paño; pero desaparece la delicadeza del pliegue y con ella el sutil juego de luces y sombras asociado; por otra parte, ya no es el blanco cegador el que domina sino el negro. Nocturnidad absoluta resaltada por la luminosidad de los alfileres e imaginariamente palpable, si bien infinita, sublime. "El usar blanco sobre blanco significaba llevar una situación al límite" dice la artista. ¿Cuál es ahora el límite? Quizás sea el del cuerpo ausente de la escena cuando todo haría suponer su presencia. ¿Para qué un habitat si no existe el habitar? ¿Hogar o casa? ¿Lo que Leyton representa es el interior de un hogar o simplemente el de una casa? Entendemos por hogar (en latín domus, de allí "doméstico") la práctica del lugar. Se construyen en casas y se habitan hogares. Por la posibilidad (ontológica) de habitar se construye, y no al revés. El domus no es entonces, simplemente, un espacio geométrico sino también un espacio antropológico, para retomar la distinción de Merleau Ponty. Como lugar practicado, el hogar es prueba de vida y de identidad, el mejor testimonio de la capacidad del sujeto de crear un ámbito de pertenencia. Si el espacio geométrico es medible, cuantificable, el antropológico no lo es. En tanto existencial, juegan en él afectos, miedos, encuentros y desencuentros. Es un espacio relacional, un cruce de seres en movimiento que lo vuelven cambiante, no siempre caracterizado por la seguridad o la protección. Dice Leyton: El concepto casa puede oscilar entre dos ejes: además de protectora, también puede funcionar como una prisión, como un lugar de inseguridad lejos de representar el refugio. La casa como núcleo familiar y refugio se presenta como engañosa en tanto no es siempre un territorio que proporciona al sujeto limites estables. La dualidad protección-inseguridad, refugio-prisión, lleva a pensar en el hogar como domus provisional, como punto lábil de flotación amenazado por un espacio fríamente geométrico: el de la casa sin viva, reducida a silueta recortada, sin espesor. Pero sería desacertado considerar al no habitar como el polo opuesto del habitar pues éste opera siempre como un trasfondo de posibilidades, como signo líquido escrito en modo potencial, que se corresponde con un tipo de modernidad -la nuestra- calificada precisamente por Bauman de "líquida". Cada parte de la casa (cocina, baño, dormitorio, living, patio interno, etc.) posee una particular dimensión simbólica. El living, según define Leyton, es "carta de presentación cultural" volcada al mundo exterior. En esto se diferencia del "refugio", que refuerza el mundo interior. El living será el lugar de la pose, de las apariencias, manifestación de la virtualidad del ser que construye su identidad según lo que imagina se piensa de él. En este espacio simbólico somos lo que aparentamos ser. Aclara Leyton que su obra es "una acusación dirigida a un mundo maquillado que no aporta un espacio de protección al individuo". Es más, lo deja solo. Podríamos concluir que, con mínimos detalles, los espacios de cuerpos ausentes de Leyton dibujan de modo lúcido una antropología de la soledad contemporánea . Nos edificamos Antes de la finalización de su muestra la artista procederá a su desmontaje. Los alfil