Contaron con especialistas, que dirigieron las etapas de extracción, tratamiento y traslado de la materia prima, y su fundición.
Los metales del pueblo diaguita conforman un legado desconocido. Esta cultura confeccionó objetos ornamentales y utilitarios que evidencian la manipulación de los minerales y revelan aspectos de su organización social.
Su manufactura constituyó un proceso productivo complejo, ya que cada etapa requería de conocimientos específicos. Entre ellas la extracción, tratamiento y traslado de la materia prima, y luego su fundición en recipientes que resistieran el calor.
Este trabajo de confección involucró la presencia de metalurgos o individuos que conocían el procedimiento y podían organizar las etapas del proceso.
Los estudios realizados por los investigadores Ricardo Latcham en 1928 y Francisco Cornely en 1956 desestimaron el valor cultural y material de éstos en comparación con la cerámica, considerándolos como un bien escaso con exigua complejidad.
Sin embargo, el aporte de Cornely en esta materia fue realizar la primera sistematización sobre la metalurgia. Elaboró una agrupación de las piezas: cinceles, tumís sencillos y pinzas, entre otros, comparándolos con los elaborados por los atacameños.
Los antecedentes de esta práctica se encuentran en los sitios arqueológicos de los pueblos Ánimas y Molle, que sentaron las bases para el desarrollo de este conocimiento.
Metalurgia Molle
Los metales comenzaron a ser utilizados en el período alfarero temprano de la cultura Molle, entre el 300 y 800 d.C. El hallazgo de objetos metálicos en esa etapa es un hecho excepcional, y fue descrito por investigadores como Latcham, Cornely y Niemeyer.
Se han encontrado 54 piezas en 20 sitios arqueológicos distribuidos desde Copiapó hasta el Limarí. Éstos corresponden a fosas, donde las piezas fueron depositadas como ofrendas (Latorre, 2003).
El repertorio de esta etapa está constituido fundamentalmente por láminas planas utilizadas como colgantes por los agujeros de suspensión que poseen. También por otros artefactos como:
Son piezas de cobre, con excepción de algunas provenientes del sitio arqueológico La Turquía, ubicado en Río Hurtado. Éstas últimas fueron creadas con oro y plata, producidas por medio del martillado y algunas tienen decoraciones labradas.
Estos descubrimientos no entregan antecedentes que permitan dilucidar en detalle sus formas de manufacturación.
Entre 800 y 1200 d.C., la Cultura Ánimas tuvo un aumento productivo. Esta apreciación se fundamenta en el hallazgo de 57 piezas en el cementerio Plaza de Coquimbo.
Este período se caracteriza por una ampliación en la variedad morfológica, con artefactos que pueden considerarse utilitarios como:
Estas herramientas se asocian a nuevas técnicas de manufactura como el trefilado, el martillado sobre preformas obtenidas por el vaciado en molde y el uso de moldes complejos.
Antes de la llegada de los Incas a fines del siglo XV, los diaguitas explotaron principalmente el cobre. Éstos introdujeron la extracción del oro y plata con la idea de cobrarlos como tributos en favor del imperio (Lorenzen, 1996: 14).
Los descubrimientos arqueológicos realizados sobre el período diaguita-inca son los más numerosos. En esta fase se incorporaron nuevos diseños:
No existen registros arqueológicos anteriores a la anexión de esta zona al Tawantinsuyu sobre estos artefactos. Por esta razón se piensa que no existió una producción local previa de ellos (Latorre, 2009: 104).
En términos morfológicos, Latcham encontró similitudes en los objetos con la "metalurgia atacameña", entre los que se cuentan cinceles, aros, pinzas, tumis, cuchillos, brazaletes y campanillas. Sin embargo, no efectuó un estudio tipológico, y se limitó a describirlos e ilustrarlos.
La arqueóloga Elvira Latorre señala que la fabricación de estos implementos constituyó un evento significativo para la vida social diaguita, y posiblemente su elaboración haya generado un trabajo colectivo entre varias familias.
Esta tesis postula que existieron individuos especializados en la actividad metalúrgica, que poseían la capacidad de organizar a otros.
También infiere que de acuerdo a las excavaciones arqueológicas, el ejercicio de confección era de carácter esporádico por la escasa cantidad de piezas halladas.
Al respecto, existe evidencia que instrumentos propios de un metalurgo habrían acompañado los restos fúnebres de un difunto en el sitio arqueológico El Olivar (2011: 328).
Eran objetos de carácter doméstico y decorativo, que se incluían también en las ofrendas fúnebres depositadas al interior de las tumbas.