Nueva (vieja) torre del faro del Castillo.
Faro en la Niebla

Faro de Niebla
Fotografía Juan Pablo Turén
El Servicio de Señalización Marítima de la Armada de Chile, como parte de sus programas de mantención y actualización, ha habilitado un fanal actualizado para el faro del Castillo de Niebla, pero ...
16/08/2005
Fuente: Museo de Sitio Castillo de Niebla
... un soldado borroso nos mira desde media distancia, como saludando. Entre él y el muro de piedra del castillo, algunas carpas y grupos de soldados en desorden. Iluminada por un sol que adivinamos desvaído, la escena más parece (y probablemente haya sido casi eso) un paseo campestre.
La fotografía es de principios del siglo XX y registra lo que conocemos como el único "uso militar" que tuvieron los castillos, muy esporádicamente, después de su abandono en los años inmediatamente posteriores a la toma de la bahía por Lord Cochrane en 1820.
Y esta es la noción que tenemos de las fortalezas de Valdivia: unos gigantes obsoletos, inutilizados por el tiempo y las tecnologías de la guerra y de la paz; dormidos ya para siempre frente al mar. Nunca más los vigías atentos al horizonte, a los velámenes amenazantes del holandés o el inglés; no más las agitaciones militares o la parafernalia de los condestables en el ejercicio de la artillería; ni las "penas infernales" de los presidiarios condenados a gastadores, desgastando la piedra del promontorio para profundizar los fosos o la batería.
Antes bien, desde otra fotografía (probablemente del gran fotógrafo valdiviano Rudolf Knittel), esas damas con sombrilla y amplios vestidos, sentadas en las cureñas; o el señor que nos mira encaramado en uno de los hornos, nos hablan de un visitante familiar. El mismo que llega hasta hoy, atraído por estas viejas piedras que testimonian el rudo periodo de la conquista y la colonia; y por el panorama siempre hermoso del mar que sigue batiendo el acantilado, 40 metros más abajo.
Cada vez más lejano el estruendo de la artillería, que habrá sido un sonido familiar en los oídos de los desperdigados habitantes del estuario. Todavía menos podemos imaginar el crujido de cascos y mástiles o el sonido del viento entre el cordaje y los velámenes; ni las llegadas a puerto en la lluvia, o de noche, apenas guiado el práctico de puerto por las débiles luces entrevistas en la costa cercana. Todo esto parece haber desaparecido.
Pero a mediados del año 2004, una llamada telefónica desde la Gobernación Marítima de Valdivia, activó un ángulo insospechado donde el olvido es sólo un descuido de la atención. Se solicitaba permiso para iniciar faenas de actualización del faro que la Armada mantiene al interior del Castillo; el fanal debía ser cambiado por uno de características más avanzadas. Y aquí entró a jugar un relámpago cuya luz debemos a funcionarios del Servicio de Señalización Marítima de la Armada: consideraron que el Castillo es Monumento Nacional, de modo que no sólo el fanal debía ser cambiado, sino la propia torre del faro. En este caso la actualización sería con "efecto retroactivo": la torre debía ser también un patrimonio, para sustituir al existente, de fábrica inglesa moderna.
Allá por los primeros años del siglo XX hubo un faro de fierro de estructura mecano, de piezas ensambladas mediantes pernos, con algunos elementos decorativos sobre el dintel de la puerta y sus dos ventanas, un corredor balaustrado de piezas tubulares que envuelve a la "cabaña" de la linterna, y una cúpula de cobre rematada en veleta; la cabaña ha recibido todas las sucesivas fuentes energéticas que han alimentado a los fanales de faros: aceite de colza (¡aceite extraído de una variedad de coles!), parafina, gas, electricidad.
Esta elegante torre, de porte liviano a pesar de su peso material, estuvo en funciones en Los Vilos hasta fines del siglo pasado, luego permaneció desmontado en Valparaíso. Esta es la torre que vuelve a la vida en el Castillo de Niebla; a un costado de su puerta, una inscripción declara que su autoría pertenece a Ingenieros de la Armada de Chile y que fue construido en 1900. Es, por lo tanto, reliquia de una tradición de ingeniería.
Y aquí, literalmente, alumbra la última chispa de "vida activa" del Castillo. Es que el faro es el remanente de esa antigua función de vigía que tuvieron las fortalezas; ese destello a intervalos regulares es como un latido de la vida original de la fortaleza atenta al mar. Cualesquiera sean los otros usos actuales del lugar, la mirada más o menos atenta del viajero al sentido histórico de estas piedras, a su carácter memorial, a la oculta historia de los miles de hombres y mujeres que las trajinaron en pie de guerra durante casi cuatro siglos; cualesquiera sean,