Este bendito yo por Thomas Harris
Extraña forma de comportamiento

En su entrega de hoy,Thomas Harris, poeta y jefe del Archivo de Referencias Críticas de la Biblioteca Nacional, nos habla sobre la popular red social facebook..
11/03/2016
Fuente: Biblioteca Nacional
Entro a faceboock. Que ahora es como encender la TV, abrir un best-seller o un libro de autoayuda. O peor, una novela rosa posmoderna como las 50 sombras de Grey. Algo así como llamar por teléfono a todos y a nadie o un desconocido/a: una sensación líquida, como diría Bauman, informe y fluida, en permanente transformación, inaprensible. Y la ventanita, como si fuera la ventanita de mi escritorio, pero virtual, me pregunta, directamente ¿En qué estás pensando? Como las chicas antaño, cuando tenía 18 o 20 años y después de un beso prolongado venía un silencio prolongado y te preguntaban ¿en qué estás pensando? Como si pensar fuera algo necesario después de un beso prolongado, como si pensar fuera algo funcional y necesario después de un día caluroso y arduo. O sea que el faceboock se comporta -y efectivamente el faceboock puede comportarse y hacer copmportarse a sus usuarios o "adictos"- como las chicas de antaño, cuando tenías 17 o 20 años y te hacían la curiosa pregunta sin respuesta. ¿Qué les iba a decir? En ti, si estábamos abrazados después del beso, en seguir más allá en que te quiero, ¿en qué?... si no era más que un post "sudor de pecho", nada grave. Entonces qué responderle a la chica de turno ¿En una peli que ni vio, en un verso que ni conocía, en que había que decir "te quiero" cuando "ni tanto"... Lo mismo con el face: dale, en nada (la peor respuesta para una chica que cree que estábamos enamorados o algo así) en nada, preciosa, no estoy pensando en nada porque para qué pensar. Pero tanta metafísica "poblada de amapolas" (o moras, ya que vivía en el sur de Chile) le habría resultado -sin saber lo que significaba- digamos, nihilista. Pero no pensaba en nada como ahora. O más bien en la forma de acallar el ruido -el sonido y la furia- que invade mi mente por estas horas y por estas fechas, por los años bisiestos, porque un año bisiesto nació mi padre y también se suicidó en uno, de 29 días de febrero. Pienso en la manera de no pensar. Pienso que pensar, como dice el tío Rubén, que pensar hace mal, porque son más felices siempre los que no piensan. Pienso, si es el caso, en un método que no he encontrado, para no pensar, para amordazar los sesos, para paliar la bulla del silencio. No soy budista, no sé de Zen, no he practicado meditación contra la mente invasora. A veces palio el ruido de la mente con la imagen de una bella chica que vi de regreso a casa o con un buen vodka tonic. Pero nada: igual ambas, la chica y el vodka se unen en mi cerebro y brindan por el pensamiento. Entonces, hoy por hoy, pienso en los cocodrilos de Tabasco, en sus manglares, en esas catedrales de la naturaleza que crecen dese sus raíces hacia arriba. Porque es lo más cercano al paraíso que he vivido por estos días. Y me imagino que el paraíso no se piensa. O bien pienso en un poema que no diga nada cruel ni nada contingente, como "Una recogida de moras" de Seamus Heaney. Y en el extraño comportamiento del facebook y sus adictos, en cuya legión, lamentablemente, debo reconocerlo, me cuento y a veces me extraño de mi propio comportamiento con hábitos que jamás había tenido cuando no entraba en la líquida red social.