Su gran formato permitía que las vieran varios estudiantes al mismo tiempo, con lo que se suplía la carencia de textos de estudio.
Antes de la llegada y masificación de los medios audiovisuales, fueron fundamentalmente las láminas murales las que acercaron a estudiantes a realidades lejanas y distantes.
El alumnado no contaba con textos y materiales individuales de estudio, por lo que el gran formato y disposición de las láminas en la sala de clases permitía que fuesen vistas por varios estudiantes al mismo tiempo.
La colección de láminas murales del Museo de la Educación se agrupa con relación a los contenidos dispuestos en los planes de estudios para la enseñanza primaria, secundaria y escuelas normales. Estas áreas de enseñanza son:
La labor del profesorado se facilitó, pues se privilegiaba la observación, y no se discriminaba entre alfabetizados y analfabetos. Su introducción formó parte del proceso de modernización de los métodos de enseñanza a través de los siguientes objetivos:
El programa de Instrucción Secundaria de 1893 refleja estas disposiciones, pues recomendaba a los y las docentes:
"Para que se pueda ejercitar la observación ordenada, es menester poner en actividad los sentidos, ofreciendo a los niños objetos naturales o buenas láminas" (Programa de Instrucción Secundaria, 1893: 6).
El mismo programa mencionaba respecto a la enseñanza de la Historia:
"Es útil presentar a los niños láminas murales que representen monumentos, hechos históricos, retratos, obras de arte o de industria que despierten el interés" (Programa de Instrucción Secundaria, 1893: 6).
A las metas de contenido se sumaban los objetivos comunes a toda la educación:
Láminas murales ilustradas: el uso de material didáctico escolar
El Estado importó desde Europa material visual para graficar los contenidos educativos que los profesores enseñaban, en el marco de una serie de reformas que le cambiaron la cara al sistema escolar primario fiscal entre 1880 y 1890.
Llegada a Chile de las láminas escolares
Su uso se recomendó por primera vez en el programa de Instrucción Secundaria de 1893 para ilustrar las materias enseñadas.
Mayoría de láminas enseñaban a ver la hora para reforzar aprendizaje de números, sumas y restas, y disciplina.
Láminas escolares incluían familias del reino vegetal y sus especies nativas, anatomía y biología del reino animal, y nociones generales de paleontología.
Marcado clericalismo educativo, se refleja en numerosas imágenes de la vida de Jesús, paisajes bíblicos y rezos.
Su enseñanza se usaba para arraigar contenidos de otros ramos e inculcar hábitos como disciplina, orden y pulcritud.
Lecto-escritura era parte del progreso intelectual del pueblo. Ella modelaba el carácter al requerir orden, dedicación y perseverancia.
En la primaria se relataba la vida de los héroes de la Independencia y los presidentes republicanos, y en la secundaria se agregaban obras clásicas y europeas.