Antecedentes de la Institucionalidad Cultural chilena

Institucional
Publicación preservada en Archivo Nacional.

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El Estado de Chile, una vez finalizada la Colonia y alcanzada la estabilidad de sus instituciones políticas, se abocó a la "construcción de la nación", tarea para la cual no sólo era necesario disponer de un aparato eficiente para controlar y administrar su territorio, protegerlo de amenazas externas y someter a los grupos sociales que, eventualmente, pudieran cuestionar su autoridad. Además, se debía definir una identidad que convirtiera a todos los habitantes del territorio en ciudadanos de la misma República, identificándolos con una historia, una geografía, un medio natural singular y expresiones culturales específicas.

El primer paso de esta misión fue la fundación de la Biblioteca Nacional, en 1813, que reunió las colecciones de las principales bibliotecas coloniales, entre éstas la de la Compañía de Jesús y la Real Universidad de San Felipe. El acervo de la biblioteca fue incrementándose con los aportes de particulares y de connotados intelectuales, como Manuel de Salas y Camilo Henríquez. El propósito de la Biblioteca Nacional era poner la cultura al alcance de los chilenos, en el entendido de que personas más ilustradas se convertirían en ciudadanos más virtuosos y en condiciones de colaborar de mejor forma a la prosperidad y el bienestar de la nación. Junto a esta iniciativa de formación ciudadana, el Estado estaba convencido de la importancia de impulsar el cultivo de las ciencias modernas, tanto por la necesidad de mejorar la educación de los chilenos, como para tener un conocimiento más acabado del territorio y sus recursos, administrarlos eficientemente y ponerlos al servicio del desarrollo económico del país. Bajo este principio, el gobierno contrató a sabios extranjeros, como Claudio Gay, Ignacio Domeyko y Rodulfo Philippi, que además de explorar el país, e inventariar, describir y clasificar sus recursos naturales, transmitieron sus conocimientos al resto de la sociedad a través de la formación de una generación de profesionales que, por primera vez, se educó bajo los principios de la ciencia. Una forma de albergar y conservar el aporte de estos intelectuales y darlo a conocer a la comunidad, fue la creación del Museo Nacional, en 1830, uno de los primeros de Hispanoamérica.

Durante el siglo XIX y en la medida que el quehacer científico y cultural en Chile fue progresando, surgieron diversas instituciones dedicadas a conservar colecciones de valor científico, artístico e histórico. En Valparaíso, al alero del Liceo de Hombres, y por iniciativa del educador Eduardo de la Barra se formó una valiosa biblioteca de obras científicas, complementada con muestras botánicas, zoológicas, fósiles y arqueológicas, las que sirvieron de base para que en 1878 se formara el Museo de Valparaíso. Algo similar sucedió en Concepción, donde en 1902 se creó un Museo de Historia Natural, a partir de la colección iniciada por el naturalista británico Edwin Reed en la década de 1860. Por otra parte, en Talca, la casa donde se firmó el acta de la Independencia, en 1814, se había transformado en un lugar de atracción para visitantes, donde particulares y vecinos de la provincia donaron piezas de valor simbólico para la historia de Chile, objetos de arte, mobiliario y artesanía regional, hasta que se transformó en museo municipal en 1925.

Otro ejemplo representativo de conformación de colecciones patrimoniales como resultado de iniciativas aisladas es el Museo Histórico Nacional. La idea estuvo presente desde el nacimiento de la República y las piezas coloniales que fueron reuniéndose, se trasladaron entre diferentes dependencias fiscales, hasta encontrar un lugar permanente de custodia y exhibición en las inmediaciones del Museo Nacional, formando una sección independiente denominada "galería histórica". Sin embargo, el local era inapropiado y demasiado estrecho para recibir las donaciones de particulares que querían contribuir a formar una colección que debía dar cuenta de la historia nacional. En 1873 la exposición "El coloniaje", organizada por Benjamín Vicuña Mackenna incentivó el interés del público y generó un ambiente propicio para que se dispusiera la fundación del primer museo histórico en el cerro Santa Lucía, que el mismo Vicuña Mackenna, como intendente de Santiago, había remodelado. Poco tiempo después, la Guerra del Pacífico impuso la necesidad de incorporar piezas y nuevas colecciones que dieran cuenta de ella, para lo cual el espacio disponible en el cerro tempranamente se hizo insuficiente. Sólo con la celebración del Centenario de la Independencia se decidió formar un solo museo histórico uniendo las colecciones del museo del cerro Santa Lucía con las de la galería histórica del Museo Nacional. Por largos años no contó con un lugar adecuado. Su peregrinaje culminó en 1977, cuando el Museo Histórico Nacional se trasladó al edificio de la antigua Real Audiencia, en la Plaza de Armas de la capital.

Surgieron también otras instituciones como resultado de procesos en los que confluían iniciativas de fomento a actividades y disciplinas específicas, con la acumulación de piezas de valor artístico y patrimonial. Un ejemplo de esto es la Academia Nacional de Pintura, creada en 1849 con el propósito de ofrecer una formación sistemática a los alumnos de los liceos interesados por las artes plásticas. Casi diez años después, la academia y la pequeña colección que había logrado reunir, se convirtieron en la Sección de Bellas Artes de la Universidad de Chile, facilitando la enseñanza artística y la exhibición de los trabajos de los alumnos y los adquiridos por la universidad. Para 1880, la colección reunida permitió que se transformara en un museo, que fue denominado Museo Nacional de Pinturas. En 1887 el museo se ubicó en el Partenón de la Quinta Normal de Agricultura, construido por la Unión Artística, bajo el nombre de Museo de Bellas Artes. Hacia 1901 la Escuela y el Museo de Bellas Artes carecían de espacios adecuados por lo que se llamó a concurso público para el diseño y construcción de un nuevo museo y escuela en el actual Parque Forestal. El proyecto ganador fue del arquitecto chileno-francés Emile Jéquier y el edificio fue inaugurado el 21 de septiembre de 1910 como parte de las fiestas del Centenario de la Independencia de Chile.

Junto al acopio de su producción cultural y artística, otra necesidad de resguardo del patrimonio nacional surgida durante el siglo XIX, fue la de conservar su documentación histórica y sistematizarla adecuadamente para el uso de los investigadores.

De esta forma, en 1847 se creó la Oficina Central de Estadística, con la tarea de almacenar todos los registros de las entidades públicas que ya no prestaban utilidad en sus tareas presentes, pero que podían ser empleadas como fuentes históricas. Sin embargo, aún quedaban los registros provenientes del período colonial, dispuestos sin mucho cuidado en bodegas subterráneas del Ministerio del Interior. Esta carencia fue abordada en 1887 con la creación del Archivo General de Gobierno, que reunió los archivos republicanos y coloniales en una sola colección, apropiadamente conservada y organizada. En 1927 y con la incorporación de los expedientes judiciales y notariales de todo el país, fue creado el Archivo Nacional Histórico.

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