PICASSO, LA GRAN PRESA

Por Renato Barilli El Poliestilismo Picassiano En la enorme y monstruosa carrera de Picasso, el año 1930 podría tener una significación particular, y no porque sea una división en dos partes iguales en el plano cronológico, sino porque justo alrededor de esta fecha el Maestro abandona un estilo de trabajo para inaugurar otro. Antes de aquella fecha, Picasso solía lanzar un estilo a la vez, imponiéndolo con fuerza, y casi siempre invirtiendo la ruta, tomando una dirección de marcha opuesta a la precedente; de esta forma, avanzaba seguro durante algunos años, él procedía derecho por el nuevo camino escogido, sin mirar las vías laterales. Esto es lo que ocurre en los famosísimos períodos azul y rosado, después se produce la brusca transformación que da vida a la serie cubista, luego, casi cansado de haberse transformado en el Gran Forjador, el artista español se pone a curiosear con entusiasmo en el museo, bosquejando uno de los tantos retornos al orden que se sucederán en el arte del siglo XX; sin embargo, después de algunos años, cansado de este "retorno al orden", y por ende del gravamen plástico que este le había impuesto, Picasso pasa a ensayar una humanidad regida en su totalidad por estructuras tubulares gráciles y esquemáticas. Varios estilos, voluntariamente desarrollados uno a la vez de manera de extraer de todos ellos sus posibles virtudes. Al parecer, después de los años 30, el artista está casi desesperado por lograr inventar, una vez más, un estilo radicalmente nuevo, en comparación con los ensayados anteriormente. Entonces, cambia de estrategia, recurre a todos los estilos circularmente, a menudo en la misma obra, o en al misma serie, ofreciendo una especie de incesante híbrido de sí mismo. Por lo tanto el trazo fragmentado y rígido de matriz cubista coexiste al lado del perfil suavizado y dulce, reminiscencia de los periodos azul y rosado; al mismo tiempo, el artista conjuga un juego de trazados tenues, dirigidos con la punta del pincel, y de volúmenes plásticos logrados gracias a un espeso claroscuro. Todos estos elementos están retomados, agitados, mezclados por Picasso con una energía sobrehumana, que aparea, une y agrega en un gigantesco melting pot. Nos podríamos también referir a la realidad óptica de la rueda cromática, que cuando está parada se divide en varios triángulos, cada uno con su color determinado, sin embargo, si la ponemos en movimiento haciéndola rotar cada vez más rápido, los diferentes colores se compenetran y al final se anulan generando una neutral luz blanca. En frente a esta fogata de desmedida creatividad todos los demás artistas, coetáneos o de la generaciones futuras, se detienen, impedidos, conscientes de que ninguno de ellos es capaz de recoger por completo una herencia tan vasta; habrá que, de alguna manera, especializarse, intentar sacar, cada cual, la parte de historia o de propuestas que se revelen acordes al destino de cada uno. O sea, es como decir que cada artista que tuvo algún contacto con aquella desmesurada central deberá conducir su propia selección, trasladándola a una fragmentación específica. En términos venatorios, si la presa abatida es demasiado grande, cada animal del bosque retira del cadáver los pedazos que se adaptan a sus fuerzas y sus apetitos, de todos modos, alcanza para todos, ya que el tesoro parece ser casi inagotable. De esta manera, nos acercamos a los términos entre los cuales se pone esta muestra, que se entienden fácilmente, previa añadidura de algunos apéndices: en primer lugar, se tiene que destacar que la actividad gráfica de Picasso es aquella donde se produce con mayor fuerza y genialidad la mezcla de estilos; esto queda patente debido a que anteriormente, o sea antes del fatídico 1930, la gráfica arrastraba al interior del corpus picassiano, casi siempre un rol utilitario, obteniendo rara vez una verdadera autonomía. Los dibujos, los grabados, las litografías nunca eran un fin en sí mismas, sino que era más bien una especie de cancha para ejercitar las ideas innovadoras del artista, sin embargo, y a pesar de que a través de su trabajo gráfico Picasso experimentaba mucho, todavía las innovaciones hacían su aparición final sólo en los grandes formatos de sus óleos. Después de 1930, las cosas cambian, las series gráficas adquieren una destacada y persistente autonomía, se transforman en el banco de prueba para dar vida a las infinitas operaciones combinatorias; como las obras seleccionadas por esta exposición lo indican de manera elocuente. Este es el "momento culminante", el acontecimiento poliestilístico de increíble densidad que Picasso propone por su cuenta; por lo tanto, a partir de este momento, y utilizando las mismas armas ligeras de la gráfica, todos sus compañeros podrán lanzarse encima de la presa en la tentativa de descomponerla, seccionarla; cada uno de ellos agarrando un pedazo, una herencia. Sin embargo, es evidente que en una empresa mensajera de es

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