Si los restos arqueológicos hablaran
Estructuras del Castillo de la Pura y Limpia Concepción
Cada uno de los restos arqueológicos que forman parte del Museo de Sitio, constituyen en sí mismos un pedazo de historia que ilustra alguna época del que fue uno de los diez Castillos que hubo en Chile.
Fuente: Museo de Sitio Castillo de Niebla
Desde su fundación, en 1645, hasta su protección en 1950, el Castillo de la Pura y Limpia Concepción de Monforte de Lemos modificó el paisaje, vió construir y caer edificios tanto intramuros como en su exterior: minas, caminos, pozos, pedreros, fortines y fábricas de ladrillo se aglomeraban alrededor. Ahí, antes del cementerio mapuche, ahora la cancha de fútbol, los fantasmas sollozaban a los ancianos y lisiados que debían traer agua desde el estero La Huairona, surtiendo con mano de obra presidiaria los trabajos especializados para la gran fábrica de ladrillo "La Huairona", ideado por el ingeniero Juan Garland en el siglo XVIII "a medio tiro de cañón" del castillo.
Emplazado sobre una alta punta, a más de 40 m sobre el nivel del mar, estuvo rodeado por un muelle y cruzado por túneles tallados en la roca que bajaban desde el interior de la fortificación hasta la playa. Su arquitectura fue la de una laboriosa cantería que tallaba y creaba bloques de piedra cancagua y laja para construir un gigante bajo los preceptos de la nueva Escuela de Fortificación Permanente Abaluartada Hispano-Americana.
El sistema interconectado de fortificaciones de la Bahía de Corral debía funcionar como un reloj, siempre atento, oteando el horizonte infinito, contando el tiempo lento de la fría lluvia, con el hambre a cuestas, en la espera del Real Situado con el preciado charqui, los zurrones de grano, algunos artículos de lujo, las herramientas, la cal, los relegados traídos de todo el reino, o tal vez esperando al temido enemigo europeo, al corsario artero y engañoso disfrazado de científico. Cuatro fueron los corsarios que se atrevieron a venir a Valdivia con fines de conquista, aunque pocos vivieron para contarlo: en 1643 fue el holandés Elías Herkmans, de la expedición de Brouwer, en 1669 estuvo el inglés John Narborough, en 1684 el bucanero Swan y en 1690 John Strong.
Los años pasaban al calor del humo, los panes se repartían entre los hijos, las mujeres mapuche intercambiaban sus habas, pavos y tejidos, por agujas o por sal; mientras más de alguno jugaba a las cartas, sin descuidar la llamada a misa entre el sonido insistente de los cuchillones trabajando, orquestando las faenas con el tambor del mulato que daba ánimo a los presidiarios que ya desmayaban. En cifra variable, 800 oficiales y soldados, curas, administradores del gobierno y casi 300 presos y relegados, debían convivir entre labores militares, religiosas y de sobrevivencia. Las mujeres e hijos de algunos de los soldados vivían en las cercanías, probablemente al igual que las compañeras de los presidiarios. La cerámica mapuche, raspadores y perforadores, no dejan duda de su presencia al interior de la fortificación.
Las estructuras cambiaron de lugar durante los siglos de ocupación militar; muchas permanecen bajo tierra, dormidas, atesorando épocas indocumentadas. Las casas y restos arqueológicos dispersos por toda la localidad -para 1749 se cuentan 27 casas-, fueron saqueados e invisibilizados; rellenaron los humedales, dinamitaron la piedra de La Huairona, los zapatos desgastaron la delicada cancagua hasta horadar más de un metro el suelo patrimonial.
A lo lejos, algunas baterías desaparecieron en la modernidad. Otras edificaciones como la iglesia de la Misión, permanecen como testigos de un pasado tormentoso y difuso.
De los españoles, perdedores con los mapuche y luego con los chilenos, poco quedó en la memoria; los afrodescendientes de la Compañía de Pardos, los relegados, los peruanos, apenas presentes en algunos topónimos, se fueron cubriendo de tierra.
Sin embargo, la monumental construcción tallada en la roca viva, obra única en toda hispanoamérica, permaneció incólume, ejerciendo una fascinación atemporal en sus visitantes.
Hoy, los fantasmas esperan la noche para no salir en las fotografías de los miles de personas que hacen del Museo de Sitio Castillo de Niebla uno de los más visitados en Chile, documentado en su museografía exterior de apoyo a las estructuras arqueológicas, así como en la exhibición permanente de la Casa del Castellano, que reúne relatos de época para contextualizar el Monumento.
Fotografías de Juan Pablo Turén
Recursos adicionales
Videos relacionados

Gran muralla de defensa a tierra (sección sur)
Construida por el ingeniero Juan Garland hacia 1775, con bloques de cancagua, piedra laja y cal, conforma el paño y baluarte sur del Castillo.

Foso externo
El foso en torno a los muros define a una fortificación. En Niebla, Garland lo obtuvo tallando la roca en el promontorio, obra sin parangón en América.

Gran muralla de defensa a tierra (sección norte)
A diferencia del paño sur, este ha conservado el corte de la piedra, aunque desgastado por la presencia humana, el clima y la vegetación.

Foso interior
También rebajado en el promontorio; originalmente, el montículo central no existía, lo que creaba un plano interior continuo entre las construcciones, la muralla y el alto.

Panorama del Sur de la Bahía
Vista a Punta Piojo, donde había un fortín, al fondo la Isla y Castillo de Mancera.

Panorámica del Castillo
El Castillo dominaba el promontorio de Niebla Alto, o punta Santa Helena, y desde allí repartía sus casas hacia la "campiña", como llamará Martínez de Bernabé al humedal del estero La Huairona.

Cisterna
Aunque no hay fuentes que lo confirmen, esta excavación -cuyas paredes y fondo todavía muestran restos de enlucido- y la hendedura en forma de canal que baja desde ella, sugieren la función de captar lluvias para conducir agua a la herrería contigua a la entrada.

Panorámica del norte de la Bahía
En la Playa de Los Molinos, al fondo, hubo dos baterías contra desembarcos, una en cada extremo; abajo, en la Playa Grande, todavía se observan estructuras superficiales y sumergidas de la época colonial, como túneles, muelles y escaleras, además del fortín en la bajada a la Playa Grande llamada "el foso español", de propiedad particular.

Segundo nivel del muro norte
Todavía se aprecia el rebaje que forma una calzada de guardia que corre desde el foso interior hacia el baluarte norte, tal vez para conectar con el corte externo a través de un puente con sección levadiza, según muestra un plano elaborado por Joseph Antonio Birt en 1768.

Polvorín
El polvorín combina ambas técnicas constructivas: a) el tallado, para crear un nivel protegido bajo la superficie; y, b) la elevación de muros de bloques.

Muros huecos del polvorín
Permitían aislar de la humedad la pólvora y otros pertrechos de guerra. El techo, desaparecido a principios del siglo XX, era de pizarra, traída desde Perú o Chile central.

Batería tallada en la cancagua
Todo el espacio de la batería -el suelo, las rampas de acceso y los merlones, hoy desgastados por la afluencia de visitantes-, fue tallado o esculpido hasta alcanzar el nivel de suelo, reservando el volumen de los merlones. Este sector (el dispositivo ofensivo del Castillo) junto al foso y muro externos (su área defensiva) también tallados en la roca, otorgan al Castillo de Niebla su índole única en el contexto de las fortificaciones americanas.

Polvorín auxiliar
Esta gran cavidad tallada servía como polvorín auxiliar; originalmente más profunda, en la actualidad se encuentra sellada por razones de seguridad.

Hornos
Aunque pueda pensarse que servían para fabricar balas, su función era calentarlas al rojo, para producir el incendio de las naves atacadas.

Panorámica de la batería
Desde donde se aprecia cabalmente la magnitud del tallado de la batería, y el amplio arco de los cañones que apuntaban al enemigo marino. Siete son los cañones originales, mientras los demás son réplicas elaboradas en los Astilleros de la Armada. Las cureñas fueron hechas durante la reconstrucción de 1991 - 1992 al igual que los merlones reconstruidos, los surcos horadados en la cancagua eran parte de un sistema de cuerdas y tablas que permitían su funcionamiento.

Chilleras
Antonio Lozada y Caraballo, en un plano de 1758, señala estas cavidades como "chilleras" (nombre de unas piezas de hierro que sujetaban las balas al borde interior de las naves de guerra), resguardos de munición para la batería.

Herrería
En este espacio las excavaciones arqueológicas de 1995 descubrieron un gran pozo relleno, con mucha escoria de metal. Al costado, canales labrados en la roca conducían el agua desde la cisterna.

Casa del capellán y capilla
Una de las cuatro construcciones principales; fue alojamiento del sacerdote a cargo de la vida religiosa en el Castillo y sus alrededores.

Almacén
Lugar que conservaba las provisiones, herramientas y demás enseres distintos a los pertrechos militares.

Capilla
Esta parte del Castillo atendía las necesidades espirituales de sus habitantes y de la población externa del Castillo. Al interior se sepultaban personas de mucho prestigio, entre ellas las excavaciones arqueológicas encontraron a una mujer mapuche. Tras el altar están los restos de la sacristía.

Casa del Castellano
Servía como alojamiento de oficiales, armería y, en parte, almacén. Un aporte de la Comisión Quinto Centenario del Gobierno Español posibilitó reconstruirlo en 1992, al igual que una parte del muro de merlones de la batería. Techado con tejuelas de alerce, originalmente tenía teja muslo.

Estructura no identificada
La cavidad en el suelo es un misterio no aclarado. No hay datos sobre su función, pero aparentemente se relaciona con un muro de madera que corría paralelo a la Casa del Castellano, según la elevación dibujada en 1768 por Joseph Antonio Birt.

Taquilla
En esta oficina se llevaba la contaduría de todo lo que entraba y salía desde y hacia la guarnición.

Murete
Hoy sin función aparente, debió ser el extremo del muro de madera que empezaba en la cavidad en la estructura comentada en el número 22.

Panorámica hacia el Morro Gonzalo
Panorámica que muestra el fuerte de San Carlos y el vigía de Morro Gonzalo

Foso, contramuro y pozo de agua
Construido en cancagua, completa el baluarte sur. Claudio Gay muestra, en un dibujo de 1831, un huerto que ocupaba el foso de este contramuro; junto al acantilado quedan restos del brocal de un pozo que recogía aguas subterráneas. Este muro es el único original y fue construido por Garland. Encara a la batería de Punta Piojo.

Panorámica del foso exterior
Vista general del gran foso cavado en la roca por Garland, con mano de obra presidiaria, traída desde el Perú, Ecuador, Europa y Chile, condenada a trabajos forzados en los extremos del imperio.

Montículo de argamasa y cueva
Este montículo, aunque parece de piedra, es argamasa abandonada que fue solidificándose con la humedad. De esta cueva, las tradiciones dicen que tenía dos salas, que sirvió de cárcel, que llegaba hasta el mar o incluso que, cual cueva de Salamanca, era ruta subterránea a Corral.

Faro de Niebla
Una vez abandonado militarmente el castillo, su faro continuó prestando servicios, cuidado por familias locales, y sigue hasta hoy en servicio activo para la navegación. La torre actual, construida en 1900 por ingenieros chilenos para servir en el norte del país, fue recolocada en 2003 en Niebla atendiendo a su valor patrimonial acorde con el Castillo.

Fogón - Panadería y cocina
La cocina figura en el primer plano del Castillo elaborado por Diego de Matos, estaba ubicada al costado izquierdo de la entrada, hacia el contramuro y el patio de armas. En las excavaciones arqueológicas de 1992 se encontró el conjunto de una base de cerámica sobre discos de piedra laja, asociados al fogón.